El ganador falleció sin sospechar del engaño por el que también será juzgado el exdelegado de Loterías en La Coruña.
Dos hermanos en el banquillo de los acusados y casi cinco millones de euros en el aire. Diez años después del hallazgo de un billete de lotería premiado en una administración de La Coruña, éste podría ser un buen titular para un culebrón que se ha prolongado demasiado en el tiempo. Tanto, que incluso el legítimo dueño del boleto falleció sin sospechar los millones que le pertenecían y que ahora podría cobrar su viuda, con los intereses por los años transcurridos, casi un millón más.
La historia arranca una mañana de julio de 2012, cuando un cliente del despacho número 22 de la ciudad herculina acude a revisar si sus apuestas han sido premiadas. Confiado, entregó varios billetes al dueño de la administración, Manuel Reija, que le devolvió 3 euros como premio. El hombre se fue convencido de que la suerte no le había sonreído sin intuir que una de sus apuestas en la Primitiva había sido agraciada con 4,7 millones de euros. Ni siquiera tuvo dudas cuando años después el Ayuntamiento de La Coruña inició la búsqueda del propietario de un boleto que, argumentó el regente del despacho en su día, Manuel Reija, se había dejado olvidado el resguardo en el mostrador del despacho ubicado en la plaza de San Agustín.
Durante varios años esta fue la hipótesis oficial y los esfuerzos se centraron en dar con el millonario. Teniendo en cuenta los meses transcurridos en iniciar la búsqueda ya no se podía echar mano de las grabaciones de las cámaras de seguridad del local para desenmascarar al agraciado, así que la cosa se complicó. Nada más hacerse público el hallazgo y la cuantía del premio que había detrás, al billete le salieron no pocas novias, cerca de 270 personas, pero las pesquisas policiales las fueron descartando una a una y abrieron una nueva línea de investigación que dio un giro radical al caso.
Después de escuchar la versión del lotero coruñés, la persona que se topó con el billete y por curiosidad -justificó él- lo revisó y comprobó que estaba premiado, los agentes iniciaron una laboriosa investigación para localizar al jugador que había realizado la apuesta. Y en este tirar del hilo descubrieron, atendiendo a las conclusiones aportadas ante el instructor, que el hombre en cuestión realizaba siempre, desde hacía años, la misma apuesta con los mismos números: 10-17-24-37-40-43. Además, lograron situarlo en el centro comercial en el que se selló el billete unos días antes de su supuesta pérdida y, por último, confirmaron los movimientos del terminal que utilizó el lotero para revisar el billete en cuestión y que acabó, presuntamente, delatándolo.
El periplo policial, no menor, desveló que Reija había comprobado el billete esa mañana y que en la pantalla saltó un mensaje poco habitual -«premio superior»- que debió activar sus alarmas. Siguiendo la tesis de los agentes encargados del mediático caso, el lotero guardó silencio ante el cliente pero corrió a avisar a su hermano, a su vez delegado de Loterías y Apuestas del Estado en la ciudad. Ellos lo pusieron en manos de la Sociedad Estatal de Loterías esperando que el caso no saltase a los medios, pero en esta ocasión no hubo suerte. El expediente de hallazgo fue publicado en el BOE en 2013 y contemplaba que, si a los dos años no aparecía el dueño, el premio se lo quedaría la persona que lo había encontrado, es decir, el lotero. Un plan presuntamente redondo que lo libraría de toda sospecha y que solo consistía en dejar pasar los meses. Pero con la investigación abierta y con la búsqueda del millonario copando titulares durante meses, todo se complicó.
En distintas manifestaciones públicas, Reija siempre ha defendido su inocencia, recalcando que se encontró varios boletos sobre el mostrador y que su comportamiento fue honrado y ajustado a la legalidad. Es más, cuando los focos empezaron a posarse sobre él manifestó que un billete así es algo parecido a un cheque al portador y que si hubiera actuado de mala fe lo hubiese cobrado con normalidad y sin que el caso se hiciese público. Las conclusiones de la Policía, sin embargo, desacreditan sus explicaciones y revelan que el lotero comprobó varias veces el premio después de que el dueño abandonase la administración y que, además, no estaba solo en ese momento, como él había manifestado en distintas declaraciones, sino que había más clientes en el despacho.
El rompecabezas en el que se convirtió el caso, que suma una década de averiguaciones y numerosas idas y venidas, se trasladó también a la arena judicial. En manos del Juzgado de Instrucción número 8 de La Coruña, el presunto robo llegó a salpicar a cuatro altos cargos de Loterías, además de los dos hermanos directamente vinculados con el hallazgo. Pero diez años más tarde, dos autos de la Audiencia Provincial de La Coruña a los que ha tenido acceso ABC exoneran a estos responsables al entender que no tienen responsabilidad penal y limitan la supuesta culpabilidad a Reija y a su hermano, que se sentarán en el banquillo acusados por un delito de apropiación indebida.
Sin fecha para el juicio, y con los escritos de calificación de las partes todavía pendientes de presentar, la noticia no acabó de sentar bien al principal señalado, que mantiene su inocencia tras conocer la decisión judicial y critica el daño causado a su familia a lo largo de todo este tiempo. En el olvido quedan ya las miles de horas dedicadas a descartar presuntos ganadores, el cotejo infructuoso de las once huellas que presentaba el tentador resguardo y la batalla judicial que libraron hasta el final cuatro personas convencidas de que eran las verdaderas poseedoras del boleto. Poderoso caballero, decía el literato, es don dinero.