Hace algo más de dos años, el luchador irlandés de artes marciales mixtas (MMA) Conor McGregor afirmó que, tarde o temprano, pelearía contra el boxeador estadounidense Floyd Mayweather Jr, retirado desde 2015 con un balance de 49 victorias en sus 49 peleas como profesional. McGregor, el máximo referente mediático de la UFC, la competición de MMA más seguida del mundo, se cristalizará el próximo 26 de agosto en el T-Mobile Arena de Las Vegas (EE UU).
Una velada que se desarrollará bajo las reglas del boxeo, pese a la inexperiencia del irlandés en este deporte. Pero el aliciente no estará tanto en el ring como en su caja registradora: ha sido apodado como “el combate de los mil millones de dólares” ante la expectativa de que genere dicha cifra entre televisión, venta de entradas, apuestas, patrocinadores o ingresos comerciales.
Para ello, los promotores del combate, la UFC, el propio Mayweather y la cadena de televisión Showtime han desarrollado una promoción basada en el conflicto continuo entre los dos púgiles, dos perfiles que levantan pasiones y animadversiones masivas. Mayweather, apodado Money, mantuvo desde el principio que no volvería a ponerse los guantes por menos de 100 millones de dólares. En su penúltimo combate profesional, en 2015, el estadounidense percibió unos 250 millones de dólares. Fue en el combate ante el filipino Manny Pacquiao, perseguido por promotores y aficionados durante cinco años, y con un título mundial en juego. Pese al pobre espectáculo deportivo de aquella pelea, esta fue un éxito en lo económico, rozando los 600 millones de ingresos, todo un récord. Mayweather disparó sus ingresos de ese año hasta los 300 millones de dólares, según la revista Forbes, siendo el deportista mejor pagado del mundo aquel año. Ronaldo, el segundo, ingresó 100.
A medida que se acerca el combate, esos 1.000 millones de recaudación parecen cada vez más lejos, pero sí estará en condiciones de batir las cifras del Mayweather-Pacquiao y convertirse en la cita deportiva más lucrativa de la historia. Money espera ganar entre 200 y 300 millones de dólares, mientras que McGregor ha insistido en que él superará los 100 millones de dólares. Esto convertiría al irlandés en el segundo boxeador que más ha ingresado en un solo combate, en la línea de lo que se embolsó Pacquiao en 2015.
Las cifras definitivas dependerán del éxito de la pelea en el pago por visión, la principal fuente de ingresos. En EE UU, Showtime venderá la pelea a un precio de 89,95 dólares en calidad estándar y 99,95 dólares en alta definición. También podrá verse en cines y en televisiones de medio mundo. El objetivo es superar los 4,6 millones de espectadores que compraron el Mayweather-Pacquiao, y romper la barrera de los cinco millones, lo que garantizaría cerca de 500 millones de dólares solo por este concepto. Pero hay dudas de que se pueda lograr. Por un lado, el combate no cuenta con el seguimiento de los aficionados más puristas del boxeo, que lo consideran un fraude pues McGregor no es un boxeador profesional. Esto ya se ha dejado notar en la venta de entradas del evento. Aún hay tickets disponibles, algo que también se explica por su elevado precio, con una media de 3.545 dólares por localidad. Las entradas para una velada de la UFC cuestan desde 60 euros, una diferencia que también está frenando a sus aficionados. Si se utiliza el termómetro hotelero, la ocupación en la ciudad estadounidense para la noche de la pelea no llega al 70 %, según Booking.com. En el hotel MGM Grand, cadena propietaria del T-Mobile Arena, hay habitaciones disponibles por 500 euros.
Aún así, desde la organización confían en batir todos los récords para un evento para el que solo se habla de dinero.